domingo, 29 de noviembre de 2009

Lectura y Libertad

La libertad es uno de los dones divinos menos apreciados... hasta que nos vemos prisioneros. Aquellos que han caído en la cárcel, la persona que sufre un secuestro; la mujer amenazada y golpeada por su marido; el adolescente presa de las drogas o el hombre esclavizado por deudas a través de una “inofensiva” tarjetita de plástico, son ejemplos reales de lo que vale la libertad.

Perder la libertad es muy fácil, recuperarla, generalmente es costoso y doloroso. Este asunto se torna de dimensiones cósmicas cuando consideramos el precio que Dios tuvo que pagar para que nosotros recuperásemos la libertad. No la menospreciemos. Georges Bernanos ha llegado al punto de declarar: “El escándalo del universo no es el sufrimiento sino la libertad”.

La verdad es que todos le tememos a la libertad. Bernard Shaw dijo: “La libertad supone responsabilidad, por eso la mayor parte de los hombres la temen tanto”. Son aquellos que evaden su responsabilidad y prefieren vivir en la pobre comodidad de no ejercer su libre albedrío aun al costo de una esclavitud miserable; haciendo sólo lo que otro le manda o permite hacer. Son como el pueblo de Israel que después de sufrir una esclavitud denigrante y penosa preferían regresar antes que enfrentar la responsabilidad de ser libres.

La libertad física es la más evidente pero no la única, ni siquiera la más valiosa. Tanto así que da pie a innumerables paradojas: como la de aquellos que han experimentado la libertad dentro de una cárcel; tal como lo experimentaron Pablo y Silas. En contraste encontramos a millonarios y famosos que han perdido el rumbo y pensando ser libres, han caído presas del libertinaje. Paris Hilton o Britney Spears son solo un par de ejemplos de una larga lista. Coincido plenamente con la definición que da Ramón de campoamor de la libertad: “La libertad no consisten en hacer lo que se quiere sino en hacer lo que se debe”.

Una forma de esclavitud poco evidente es la esclavitud mental. Dios nos dotó con la capacidad de razonar y con base en ella decidir. Ser libre implica tomar decisiones con plena responsabilidad; buenas o malas pero al fin mis decisiones. Dios respeta lo que yo decido, incluso a pesar de que eso signifique sufrimiento para él y para mí. De hecho, la esencia del ser humano es la capacidad de dirigir la propia vida. El ser humano elige, los animales y los robots reaccionan.

No somos resultado del pasado, producto de los genes, resultado del trato o las decisiones de otros. Este pensamiento puede ser incomodo porque nos hace responsables de nuestra vida, pero es la verdad. En medio de la más horrible dictadura, siempre ha habido gente que ha aceptado el reto de tomar las rienda de su propia vida: Ghandi, Martin Luther King, Dietrich Bonhoeffer, Gladys Aylward, Hellen Keller, Joni Eareckson y muchos otros.

Como dijera Stephen Covey: “Entre estimulo y respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad

y nuestra facultad para elegir la respuesta. En estás elecciones reside nuestro crecimiento, felicidad y destino”.

Aquí precisamente entra el tema de la lectura. Todo aquello que nos es desconocido genera temor y el temor esclaviza. ¿Recuerdas cuando eras niño y te encontrabas en un lugar oscuro? Automáticamente venían los nervios y en ocasiones el llanto. No sabíamos lo que había a nuestro alrededor y eso nos paralizaba. La buena lectura es como una luz que ilumina nuestra realidad y nos libera.

Por cierto, actualmente estoy leyendo el libro “Conozca la voluntad de Dios” de Jerry Sittser. Muy recomendable.